domingo, 4 de noviembre de 2012

El Alma del Gladiador Capítulo 7


    Después de la llamada se puso un delantal que, como casi todo, le quedaba cómicamente grande. “La la la...” Hime cantaba graciosamente mientras cocinaba. Nunca olvidaré su forma de tratar los ingredientes.

    Peló tres patatas que quedaron al tercio de su tamaño original, prácticamente cúbicas. Las lavó y las puso en un plato. A continuación troceó torpemente algunas verduras con un cuchillo y después algo de carne. Agarró botes de especias sin discriminar a ninguna y diversos ingredientes que encontró por ahí. Echó un cangrejo entero, algunas gambas, setas... y lo puso a cocer todo en un puchero. Tras un rato comenzó a hervir, y el olor que aquello emanaba era un poco extraño. Lo siguió cociendo ¡hasta que se evaporó toda el agua de la cazuela! Entonces lo volcó en una fuente y lo dejó enfriar.

Diligentemente fregó los platos, utensilios y cazuelas usados en la batalla, y a continuación llevó el resultado a la mesa frente al comensal. “¡Voila! ¡Pastel de cangrejo y gambas!” Yo puse cara de degustador pedante y lo olí. Hice una mueca de 'bueno, el olor puede pasar' y lo probé. Cogí un poco con una cuchara, soplé para no quemarme y me lo metí en la boca. El sabor era algo difícil de describir, así como la textura. Se me hizo un nudo en la garganta y lo tragué como buenamente pude. Ante mí una Hime con los ojos brillantes esperaba mi veredicto. Aquello tal vez ni siquiera era comida. Aún así me lo comí todo (hasta el cangrejo).
“Gracias por la comida. Tenía un sabor muy original.”
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    Y ahí estaba de nuevo su sonrisa de vendedor de seguros: “No hay de qué, señor. Vuelva a este restaurante cuando quiera.”

    En los sucesivos días Hime realizó todo tipo de labores, con su gracia y torpeza características. Con su pequeño cuerpo cogía la cortacésped como si se quisiera colgar de ella; y con la red de limpiar la piscina parecía una hormiga arrastrando una enorme rama. Todo esto sumado a su lindo rostro parecía una auténtico chiste gráfico. Aguantaba la risa como podía, para no desmotivarla, y en ocasiones me tapaba la boca como tosiendo. Ella, que no era tonta, me miraba arrugando el morro, luego giraba la cabeza con un ¡mph! Y seguía a lo suyo como si nada.
Fueron unas semanas muy divertidas. Quién querría ir a algún parque de atracciones, pudiendo ver esto cada día.

    Ya era casi septiembre, y se acercaba la fecha de la matrícula. Hime no había parado de trabajar, pero jamás había pedido nada a cambio. Éste era el escenario perfecto, aquí no se podría negar. Hice algunas llamadas, todo estaba preparado. Ella tenía nivel de sobra para entrar en el curso especial, y ahora también tendría el dinero. Ya había tenido en cuenta la pega de que ya no estaríamos más en la misma clase, pero eso sería lo mejor para ella. No podía olvidar la tristeza que por descuido advertí en su rostro, el día que me estuvo curando las heridas.

    Ella se había convertido en mi única razón de existencia. Y aún por encima de eso estaba su sonrisa; su felicidad. No dejaría que nunca nadie más la hiciera daño. Pero tenía miedo. Puede que alguien estuviera planeando tomar represalias contra nosotros. Para no involucrarla y echar a perder su brillante futuro, debía hacerme fuerte y velar por ella. Eso es; lo bastante fuerte para protegerla desde la penumbra. Me convertiría en la sombra de su sol, anónimo guardián de aquel radiante brillo. El plan era perfecto. Puesto que mis padres eran tan ricos, no habría nada más de lo que preocuparse. Ella podría continuar estudiando, y yo seguiría siendo feliz junto a ella.

“¡Hime!”
“¿Qué pasa?” Apareció con sus pintas de jardinera.
“¡Pfff!”
“¡Oye, no te rías!”
Ahora finalmente todo estaba a mi favor. “Dentro de poco es tu cumpleaños, ¿verdad?”
“Así es.”
“Pues tengo una sorpresa para tí, pero tenemos que ir a un sitio a buscarla. De modo que mañana ponte guapa para la ocasión, ¿vale?”
“¿Una sorpresa? ¡De acuerdo! ¿Pero qué es? ¿Un juego? ¿Una camiseta?”
Sonreí con la malicia del mismo demonio: “No re lo voy a decir...”
“¡Jooo, por lo menos una pista!” 
“Está bien; pero sólo una: no es ninguna de las cosas que has dicho.”

    La acompañé hasta medio camino hacia su casa, como era habitual. Su rostro y sus gestos de nerviosismo era algo buenísimo de ver. Se notaba que no podía esperar a ver la sorpresa. Tan sólo esperaba que esa noche al menos pudiera dormir.
“Entonces mañana te voy a buscar a casa sobre las diez de la mañana o así.” Nos despedimos.

    El día siguiente amaneció luminoso y despejado. Me vestí, desayuné y fui a buscar a mi Hime. Estaba muy emocionado, la verdad es que me moría de ganas de ver su cara cuando descubriera cuál era la sorpresa. Aunque todavía albergaba un pequeño miedo de que no quisiera aceptarla, tenía argumentos de sobra para convencerla. Salí de casa, el sol me deslumbraba.

    Iba dando brincos de la ilusión, así que llegué a su casa realmente rápido. Aún eran las nueve y media, así que fui al río cerca de su casa a lanzar piedras y hacer 'ranas'. Cuando casi daba la hora fui y llamé a la puerta. Oí unos pasos estrepitosos: “¡no, espera, ya abro yo!” 
<<Realmente Hime está exaltada, esto va a ser muy bueno.>> Antes de que ese pensamiento se esfumara de mi mente la puerta se abrió como un resorte, absorbiendo el aire a mi alrededor.

    Aunque era muy pobre llevaba un vestido muy bonito, y dos coletas con unas cintas en el pelo que le sentaban muy bien. La verdad es que me quedé un poco atontado viéndola. “¡Kota! ¿Qué pasa? ¿Qué te parece mi vestido? ¿Crees que estará a la altura de la ocasión?”
“¡Guau! Te aseguro que sí. Ahora de verdad eres 'hime'...”
Himawari se ruborizó ligeramente y me dio una palmada en el hombro: “¡Venga, exagerado!” 
 
    “Entonces, lo prometido es deuda. Tenemos que ir a un sitio.” 
“¡Sí! ¡Por fin mi sorpresa!” La niña saltaba como un muelle. Comenzamos a caminar por la calle, saliendo a la izquierda de su portal. Nuestro destino no estaba lejos de allí, pero intencionadamente la llevé dando un rodeo para desorientarla un poco. Salimos de un callejón, frente a un edificio de muchas plantas.

Siguiente: El Alma del Gladiador Capítulo 8 


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