domingo, 27 de enero de 2013

El Alma del Gladiador Capítulo 11

El sol estaba radiante. El verano comenzaba a colear cansado, ya a mediados de septiembre; pero aún las mañanas eran sofocantes de calor. Por fin había llegado el primer día de clase tras las vacaciones, y yo estaba impaciente por ver a Hime en su nueva etapa. Estudiante del curso avanzado... no sonaba nada mal. A partir de entonces podría presumir de mi amiga.

Salí por la puerta de casa como un cohete y fui al encuentro con ella.

“¡Himeeeeeeeeeeeeeeeeeee!” Llegué corriendo de tal forma que apenas pude frenar. Como había supuesto estaba nerviosa; era comprensible, ya que era la primera vez que íbamos a estar en clases separadas, y además en ese curso especial esperaban mucho más de ella. Supongo que debía sentir cierta presión.



“¡Vamos, anima esa cara!” Pelliqué sus suaves mejillas a la altura de los arqueados labios, levantándolas y forzándola así a cambiar de sentido la curva. Una extraña (e inquietante, todo sea dicho) sonrisa se dibujó en su rostro, hasta que ella agitó la cabeza como un perro tras un baño:

“¡Blrblrblrblr...! ¡Pero qué me haces!”

“¡Ah, nada, sólo que mientras yo esté a tu alrededor me gustaría verte sonreir.”

Hime se sonrojó ligeramente: “...¡Jo! Pero comprende que estoy nerviosa... es el primer día de clase, y todo va a ser distinto ahora...”

“¿mmm...?” Hice una mueca de extrañeza, como si no comprendiese lo que quería decir. “¿Distinto por qué...?”

Era gracioso cómo le costaba decir ese tipo de cosas, haciendo gestos que parecían una mezcla entre obstinación y dificultad cuando hablaba: “... Ya sabes... ya no estarermos más en el mismo aula, no nos veremos tanto como antes. Y sabes que no tenemos más amigos...”



Hime era sorprendente. No estaba preocupada sólo por ella. Al decir 'tenemos' se refería a mí. Ella sabía de sobra que yo tampoco tenía buenas habilidades para relacionarme. <<Ésa es mi Hime>>, pensé sin poder evitarlo y me sentí muy feliz porque no sólo pensaba mucho en mi, sino que continuamente lo demostraba.

“Bah, no tienes nada de lo que preocuparte. Creo que lo estás pensando de más.”

“¿Tú crees...? Pero ya sabes que yo...”

Aquella frase no era buena. No dejaría que cayera su autoestima, yo sería su soporte y ella sería la mejor.

“¡Shhhhhh!” La corté en seco, y ella me dedicó una mirada ligeramente airada.

“Siento ser brusco, pero ya no me lo puedo callar más.”

Su gesto de reprimenda pareció desvanecerse. “¿Callar el qué...?”

“Un gran secreto. El secreto que nadie te ha dicho, el secreto del poder de las personas guays.”

“Bah, me estás tomando el pelo, como siempre.”



“Ah, pues si no lo quieres saber, entonces no te lo voy a decir. A mí me da igual, porque yo ya lo sé. Por cierto, ¿viste lo que echaron en la tele ayer noche...?”

Ella no contestó. Tan sólo clavó sus ojos en mí atentamente. “¿Y ahora cambias de tema...?”

<<Bien, bien. Estoy haciendo que aumente la intriga en ella, jeje. Esto es bueno.>>

“¿Cambiar de tema? ¿Sobre qué?”

“No te hagas el tonto. Has dicho que conocías un secreto para ser guay.”

“Ah, sobre eso... Es que como has dicho que no te interesaba, me he olvidado del tema.”

“Que no, que era broma. Me interesa.” Ladeó la mirada: “Bueno, sólo un poco, pero podrías decírmelo, sólo por curiosidad.”

<<Sí... ¡esto se está calentando...!>>

“Ah, no,no. No voy a liberar el verdadero poder de mi gran secreto a alguien que no cree en él.”

“Joooooooooo... Está bien, me interesa bastante. ¿Ahora estás contento...?” Ya estaba arrugando el morro. Ja, ja, era digno de ver.

“Si, sí, muy contento.”



Yo seguí andando hacia el cole, haciéndome el despistado.

Hime se irritó y me agarró por los hombros, mirándome de frente:

“¡¿Y bien?! ¡¿No piensas decírmelo?! ¡¿No era que ya no lo podías callar más...?!”

“Está bien, si de verdad lo quieres te lo diré. Pero con una condición.”

“¿Una condición...? ¿qué condición?”

“Si accedo a decírtelo es porque confío en tí. De modo que no se lo podrás contar nunca a nadie, excepto a tu mejor amigo. Si algún día yo dejara de serlo, entonces puedes contárselo sólo a quien sea entonces tu nuevo mejor amigo.”

“Tú eres mi mejor amigo... Y confío en tí. No se lo contaré a nadie, jamás.”

“Pues ahí va. El secreto es...” Ella me miraba como una posesa, parecía que me quisiera taladrar con sus ojos. “... huy, se me ha olvidado...”



“...” Me cogió por los hombros, y me zarandeó, esta vez más fuerte. “¡Pero qué...! ¡Suéltalo de una vez!”

“Ja, ja, ja... Hime, eres la mejor, ja, ja, ja... realmente eres la mejor.”

“¡Jo! ¡No te rías de mí! ¡No es justo!”

“Vale, vale. Era broma.”

Ahora que ya estaba relajada, era el momento. “El secreto es que... Con que exista una sóla persona que crea que eres guay, tú ya lo eres. Alguien que crea ciegamente en tí, que te idolatre, que sea tu fan incondicional.”

“Sí, eso supongo que estaría bien. Pero y eso ahora a qué viene...?”

“Espera un momento.”

Me dí la vuelta, saqué del bolsillo una especie de cinta de tela y me la até en la frente.

“¡Ahora verás!” Me dí la vuelta con la cinta puesta en la cabeza. Y comencé a gritar y a gesticular:

“¡Dame una H!”

“¡Dame una I!”

“¡Dame una M!”

“¡Dame una E!”

(Haciendo la forma de cada letra con los brazos, como una animadora).

“¡HIIIIIIMEEEEEEEE!”



“JAJAJAJA...” ¡Estás loco! Pero qué has hecho...!” Dijo, mirando la cinta en mi frente. Leyó: “HFC... Hime... Fan... Club?”

“¡Jajajaja...!” “Así es, soy tu fan número uno. Yo creo... No; yo sé que eres la mejor, y por eso eres la más guay."

“Así que eso era... Gracias, Kota, ¡es verdad! ¡eres un genio! Aunque estás loco....”

Yo mostré una amplia sonrisa y con un fingido tono de pedante dije: “Gracias, ya lo sabía.”



Nos dirigimos al colegio. Me despedí de la ahora sonriente Hime, que se quedó en su edificio, el cual era uno cercano a la entrada de la escuela. Yo, por mi parte, doblé la esquina y guardé la cinta del 'Hime Fan Club' en el bolsillo. Sería ciertamente vergonzoso que alguien me viera con ella puesta, aún cuando lo había hecho para subirle el ánimo a ella (y si fuera necesario, lo volvería a hacer en público, pero mientras no hiciera falta prefería evitar la situación).



Fui a mi aula. Aquel año me tocó una del segundo piso, distinta a la del anterior. Cosa que prefería, pues no estaría impregnada de mis memorias con Hime y me ayudaría a superar el hecho de no tenerla más conmigo en clase.

Como de costumbre, los otros alumnos me ignoraron en general. Eso esaba bien; la situación había mejorado, ya que no parecía que ninguno de ellos tuviera intención de meterse conmigo. Pensé que tal vez se había esparcido el rumor de la pelea que tuve antes de las vacaciones para protegerla a ella. La verdad es que visto desde fuera debía haber parecido una especie de caníbal o carnívoro mordiendo así a aquellos abusones.



El primer día fue tranquilo, me podía dar con un canto en los dientes. Ahora iría a recoger a Hime y volveríamos juntos a mi casa, para que me contara con pelos y señales cómo había sido su primer día en el curso especial.

Doblé la esquina encarando al fondo la verja del colegio, al tiempo que me ponía de nuevo la cinta en el pelo (sí, la del 'HFC'). Quería que me viera de nuevo con ella puesta, hubiera tenido buen día o no.

Ella todavía no estaba allí. Tal vez aún no había salido de clase. De modo que la esperaría. Aunque me daba un poco de vergüenza estar allí esperando con la cinta puesta no me retracté.



Pasaron cinco, diez, quince... veinte minutos. La clase se debía de haber alargado. Ya no esperé más allí afuera y entré por la puerta que había estado observando, al edificio donde se impartía el curso acelerado.

<<Creo que me dijo que era en el aula tres...>> Fui allí, pero no había nadie. Di un paseo por la planta para ver si la encontraba. Casualmente me encontré con una profesora:

“Hola, señorita. Estoy buscando a una alumna.”

“¿Qué alumna?”

“Hime... digo Himawari, es una del curso especial.”

“¿Del curso especial...? Pero si han terminado prontísimo. Se han marchado como hace casi una hora...”

No pude evitar la expresión de sorpresa. “Ah, vale, gracias.”



¿Entonces dónde podría estar? Ella me habría esperado, seguro al 150%. Quién sabe, tal vez había conocido nuevos amigos y estaban haciendo algo por ahí... En cualquier caso debía registrar el edificio. Comencé de abajo hacia arriba, planta por planta del bloque que tenía cuatro pisos.

Ya estaba en el cuarto piso, había registrado casi todo sin éxito. Puede que les hubieran mandado tarea para casa en grupos y se hubiera ido a una biblioteca pública o a la casa de algún compañero a terminarla.



Mientras caminaba pensando esto el último piso se terminó. Me dispuse a marcharme, seguramente ella llamaría a mi casa más tarde y me contaría lo que había hecho durante el día. Salí al rellano e iba a bajar el primer peldaño de las escaleras, cuando vi una puerta que no había abierto. Sobre ella había una placa inscrita: <<Al ático>>

<<¿Ático?>> Podía subir, de todas formas tampoco tenía nada que perder. Abrí la puerta y aparecieron unas estrechas escaleras que subían un 'semipiso' más. Era una estancia pintada de blanco, fría y con el techo inclinado y muy bajo. Aunque por las ventanas entraba mucha luz. Por allí había algunas puertas. Una de ellas rezaba <<cuarto de comunicaciones>>. Me pareció oír un sonido familiar al otro lado, y la piel se me puso de gallina. Sin saber por qué de pronto estaba bastante nervioso. Abrí la puerta lentamente.




Seco. Me quedé seco. Allí murió una parte de mí.

Las paredes estaban sucias de sangre, y era reciente. Hime estaba allí tirada, en una esquina, con el rostro golpeado y lleno de lágrimas secas. Su cuerpo maltrecho jadeaba con dificultad. Tenía la ropa sucia y rota y el pelo hecho un desastre.

“¡HIME!”

Ella pareció reaccionar a mi grito, intentando girar la cabeza en mi dirección. Pero tenía los ojos tan hinchados que no podía ver nada.

“¡Tranquila! ¡Voy a buscar a algún profesor para que nos ayude! ¡No te muevas de ahí!”

Sali corriendo como loco. Debían llevarla a un hospital. Y según me daba la vuelta para marcharme lo ví, pintado en la pared con sangre:

'GRACIAS POR EL MORDISCO' y 'VENGANZA'. Estaba claro quién había sido, pero ahora lo más importante era que la atendieran a ella.

Fui dando zapatazos por los pasillos hasta que un profesor vino a reprenderme:



“¿Pero no te han dicho que no corras por los pasillos?”

“¡Hay una alumna malherida en el ático! ¡Necesita una ambulancia!”



Subimos de nuevo y el hombre llamó a urgencias. Yo me quedé con Hime, sujetando su mano. Viendo claramente, con los ojos bien abiertos lo que le habían hecho. Y rompiéndome por dentro. Mi sueño de felicidad no había sido más que eso. La parte de mí que yacía soterrada bajo los bellos recuerdos de verano tomó el poder por completo. Una y otra vez se repetían los pensamientos que aparentemente había olvidado, en una horrenda escena cíclica. La vida de Hime convirtiéndose en un infierno... esto era real.

Debía alejarme de ella. Debía protegerla. Debía vengarla. Debía hacerme fuerte. Debía... luchar. Mancharía mis manos con la sangre de todos aquellos que intentaran perturbar su sonrisa. Tal vez después de la paliza que le habían dado no sería la misma, tal vez tuviera secuelas. Pero su corazón sería igual de bello. Para mí seguiría siendo una luz en mi horizonte, lo único que permanecería puro e inocente en este mundo maldito.

Siguiente: El Alma del Gladiador Capítulo 12

Creative Commons License
El Alma del Gladiador by Ignacio García Pérez is licensed under a Creative Commons Attribution-ShareAlike 3.0 Unported License.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Comenta que te pareció el texto, ¡¡las opiniones y críticas son importantes!! XD

Free counter and web stats